“… viviendo con nuestro pobre talento, junto con lo que tenemos, lo que nos hace falta y lo que nos sobra.” (Joaquín Sabina)
La parla de la “redundancia” entre Gato loco, el gestor del plan, el juicioso y yo se dio en el hogar del segundo, se dio en uno de los límites de la circunscripción de nuestro barrio. En efecto, nuestro barrio- casuísticamente- empieza por la casa del administrador de los planes grupales, ubicado en el cantón y es que la circunscripción de nuestro barrio (Villa Manolo) es toda una cuadra y algo más.
Nuestro barrio fue conservador a su manera desde la mitad del siglo XX… hasta hace unos días en que Gato Loco y yo- en un encuentro casual- hallamos a un barrio enemigo (situada paralelamente a Villa Manolo). Nos tomó por sorpresa y sólo atinamos a pisar terreno familiar. Más calmados, concluimos por Messenger que el barrio enemigo- también limitada a una cuadra- convivía con nosotros hace ya buen tiempo, que la vida común andaba bien hasta nuestra señal de alerta causada por el simple acto de realizar que el barrio paralelo tenía lo que Villa Manolo carecía; en resumen, la vida bohemia del barrio enemigo… con mujeres. Por medio del Messenger, otra vez, Gato Loco y yo nos lucimos con estrategias para espiar al barrio enemigo. Decididos de arriesgar nuestras biografías por “un gran paso para la evolución” de Villa Manolo, nos citamos clandestinamente en una bodega cercana. El objetivo era visitar el barrio enemigo y dar con posibles hipótesis acerca de su razonamiento con las mujeres (o féminas, como menciona Gato Loco). Dimos por iniciada la operación. Llegamos. La moda, a veces, no resulta agradable. No entendimos la ambigüedad en las acciones del barrio enemigo. No entendimos si el usar un gorro holgado es sinónimo de hampa; si el colocarse cadenas y anillos de variada calidad significa, cuando menos, modernidad; el barrio enemigo es, en definitiva, muy tendiente de lo moderno. Pero ¡bah! las antípodas son siempre cuestiones personales.
La ambivalencia es complicada y, por lo mismo, traté de trazar las líneas generales de mi barrio y su paralelo exagerando un hecho genuino. Así las cosas, no hablaré de la anticuada (acaso aburrida) diferencia del “deber ser” y el “ser” en el caso Villa Manolo y su barrio enemigo. Para nada. Sólo pregono las realidades; otra de las cuales es la estadística mensual de “tonos” en el barrio enemigo y Villa Manolo o la oposición a la redundancia o al lazo amical como si redención fuese una palabra desconocida… como no solidarizarse entre vecinos de un barrio con el poco talento que sobra. Ejemplo: incipientes bandas musicales; frustrados periodistas, escritores y peloteros; y este blog).
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