Los 14 de febrero de todos los años se celebran “justificadamente” (Perú no es la excepción) el día de San Valentín, el día del amor y de la amistad. Supongo que esta doble definición de lo que realmente celebramos salva el pellejo a quienes gozan de la soledad y en los casos más extremos a aquellos que están de celo, que sucumben ante el inminente onanismo a tiempo parcial o completo (me incluyo).
En teoría, se rinde un homenaje a los sentimientos más puros y elevados que dos personas pueden sentir mutuamente y claro está que también se pretende revindicar el cariño, la verdadera y bonita amistad entre los seres humanos de todo el planeta. No lo sé, yo creo que así lo vemos todos pero que es lo que me encuentro cuando salgo a eso de las 6:00P.M. a pasear con mi buen amigo Ramón: “trampas” jurándose amor eterno, relaciones acaudaladas y de carácter subterráneo que aprovechan la oscuridad de la entrada de la noche para refugiarse y literalmente hablar de la nada, del no futuro y de lo afortunados de no ser descubiertos por los que pueden jugar ese día a ser más imparciales. Los seres humanos podemos ser hasta cierto punto discretos, podemos darnos el lujo de apelar al celebrado y comiquísimo “…y si te vi no me acuerdo” pero los canes son más crudos, como cuando divisan a uno de su misma especie usurpando su respectivo territorio. Estos maravillosos compañeros silenciosos terminan haciendo el “trabajo sucio” que al final todos muy en el fondo queremos hacer: boicotear los momentos de triunfo en cuestiones de amoríos y es que está comprobado desde un punto de vista científico-social-experimental que la felicidad personal es inversamente proporcional a la derrota humana de los demás y mejor aun si es de tu barrio, de tu rincón del universo más propio que cualquier otro, donde te crees con demasiada autoridad moral para juzgar, soltar frases satíricas y en algunos casos de carácter destructivo (porque todo lo hacemos por mantener vivo el espíritu del morbo, del chisme y del maleteo sano y ofensivo).
Villa Manolo celebra con dignidad los 14 de febrero. Es una constante que ya se repite desde hace años (desde que yo tengo memoria, básicamente la época de “Escala Gigante” y del apogeo de los Thundercats). El plan B ó C se suele realizar con la frente en alto. No hay tiempo para las molestias, para ponernos tristes, hay que respetar las tradiciones. Hemos de reuniros minutos después de haber cenado con los viejos viendo las noticias para enrumbarnos como una tribu que domina su territorio hacia un espacio para liberarse de las frustraciones de siempre, para reír de lo triste que pueden ser algunos aspectos de nuestras vidas y porque aun cuando nos cruzaremos en el camino con parejas en demasía, algunos comiendo y otros entrando a los hostales del barrio, sabemos que nuestro realidad no tiene por qué ser tan desalentadora. No faltará el que se pasará toda la jornada hablando por celular con esa fémina de un barrio alejado del nuestro que lo dejó plantado y claro que las justificaciones y las contradicciones formarán parte de los argumentos más insostenibles que puede cargar en sus hombros un alicaído hombre de leyes rodeado de un mar de borrachosos, borrachines y de sujetos que están ahí por joder pero por sobretodo gritando silenciosamente que Villa Manolo es consecuente con su fracaso de una amistad duradera y colectiva con las mujeres de su territorio. Brindo este 14 de febrero por la amistad, por las chelas que Pancho no se tomará, por las botellas que John no pondrá, por la amiga de Pato que nunca llegará y por las huevadas que probablemente hablaré ese día. Tal vez en esta ocasión mi buen amigo “Milo te visita” tendrá más motivos para escribir sobre de lo que no se debe escribir, pero como siempre hay trabajos aberrantes que alguien tiene que hacerlo. Agur.
(Gato loco)
En teoría, se rinde un homenaje a los sentimientos más puros y elevados que dos personas pueden sentir mutuamente y claro está que también se pretende revindicar el cariño, la verdadera y bonita amistad entre los seres humanos de todo el planeta. No lo sé, yo creo que así lo vemos todos pero que es lo que me encuentro cuando salgo a eso de las 6:00P.M. a pasear con mi buen amigo Ramón: “trampas” jurándose amor eterno, relaciones acaudaladas y de carácter subterráneo que aprovechan la oscuridad de la entrada de la noche para refugiarse y literalmente hablar de la nada, del no futuro y de lo afortunados de no ser descubiertos por los que pueden jugar ese día a ser más imparciales. Los seres humanos podemos ser hasta cierto punto discretos, podemos darnos el lujo de apelar al celebrado y comiquísimo “…y si te vi no me acuerdo” pero los canes son más crudos, como cuando divisan a uno de su misma especie usurpando su respectivo territorio. Estos maravillosos compañeros silenciosos terminan haciendo el “trabajo sucio” que al final todos muy en el fondo queremos hacer: boicotear los momentos de triunfo en cuestiones de amoríos y es que está comprobado desde un punto de vista científico-social-experimental que la felicidad personal es inversamente proporcional a la derrota humana de los demás y mejor aun si es de tu barrio, de tu rincón del universo más propio que cualquier otro, donde te crees con demasiada autoridad moral para juzgar, soltar frases satíricas y en algunos casos de carácter destructivo (porque todo lo hacemos por mantener vivo el espíritu del morbo, del chisme y del maleteo sano y ofensivo).
Villa Manolo celebra con dignidad los 14 de febrero. Es una constante que ya se repite desde hace años (desde que yo tengo memoria, básicamente la época de “Escala Gigante” y del apogeo de los Thundercats). El plan B ó C se suele realizar con la frente en alto. No hay tiempo para las molestias, para ponernos tristes, hay que respetar las tradiciones. Hemos de reuniros minutos después de haber cenado con los viejos viendo las noticias para enrumbarnos como una tribu que domina su territorio hacia un espacio para liberarse de las frustraciones de siempre, para reír de lo triste que pueden ser algunos aspectos de nuestras vidas y porque aun cuando nos cruzaremos en el camino con parejas en demasía, algunos comiendo y otros entrando a los hostales del barrio, sabemos que nuestro realidad no tiene por qué ser tan desalentadora. No faltará el que se pasará toda la jornada hablando por celular con esa fémina de un barrio alejado del nuestro que lo dejó plantado y claro que las justificaciones y las contradicciones formarán parte de los argumentos más insostenibles que puede cargar en sus hombros un alicaído hombre de leyes rodeado de un mar de borrachosos, borrachines y de sujetos que están ahí por joder pero por sobretodo gritando silenciosamente que Villa Manolo es consecuente con su fracaso de una amistad duradera y colectiva con las mujeres de su territorio. Brindo este 14 de febrero por la amistad, por las chelas que Pancho no se tomará, por las botellas que John no pondrá, por la amiga de Pato que nunca llegará y por las huevadas que probablemente hablaré ese día. Tal vez en esta ocasión mi buen amigo “Milo te visita” tendrá más motivos para escribir sobre de lo que no se debe escribir, pero como siempre hay trabajos aberrantes que alguien tiene que hacerlo. Agur.
(Gato loco)
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